martes, 21 de octubre de 2014

REDUCE STUDENT STRESS

REDUCE STUDENT STRESS AND EXCEL IN SCHOOL

Elizabeth Scott, M.S. / About.com Guide


As educational requirements get more stringent in all levels of education, students everywhere experience considerable school stress. Here are some student stress relief tips and tools that students can use to learn study skills, prepare for exams and minimize their school stress levels to make learning easier, including an explanation of the importance of student stress management, and resources to help you reduce the school stress you experience.

Here's How:
1.      Manage Time Wisely: It’s important to give yourself plenty of time to work on your studies if you want to do well, and you can save yourself a lot of stress if you plan ahead with good time management skills. Setting up a schedule for study, breaking up your studies into smaller chunks, and other time management skills are essential. Here are some more time management tips you may find helpful.

2.      Get Organized: Have a system of organization for note-taking, keeping track of assignments, and other important papers. Being organized can bring you the peace of mind that comes from knowing where everything is, remembering deadlines and test dates, and clearing your mind of some of the mental clutter that disorganization brings. Keep a calendar, a schedule, and a filing system for your school assignments, and you’ll find it prevents a significant amount of stress!

3.      Create a Good Study Environment: Creating a soothing environment can reduce stress and help you learn. Aromatherapy, for example, is a known stress reliever, and peppermint essential oil is said to wake up your brain, so I recommend burning it as you study. Playing classical music as you study can also soothe you and help you learn (unless you find it distracting). Here's more on finding a good study space.

4.      Know Your Learning Style: Did you know that we don’t all learn in the same way? It’s important to know whether you’re a visual, kinesthetic or auditory learner, as you can tailor your study practices around your particular learning style and make success easier to attain. Grace Fleming provides a quiz to help you assess your learning style so you can streamline your efforts.

5.      Practice Visualizations: Visualizations and imagery are proven stress management techniques. You can also reduce student stress and improve test performance by imagining yourself achieving your goals. Take a few minutes each day and visualize, in detail, what you'd like to happen, whether it’s giving a presentation without getting nervous, acing an exam, or something else that will support your success. Then work hard and make it happen!

6.      Develop Optimism: It’s been proven that optimists —those who more easily shrug off failures and multiply successes— are healthier, less stressed, and more successful. You can develop the traits of optimism and harness these benefits for yourself, and do better in your studies as a result.

7.      Get Enough Sleep: If you want your performance to be optimum you need to be well-rested. Research shows that those who are sleep-deprived have more trouble learning and remembering, and perform more poorly in many areas. Work your schedule so you get enough sleep, or take power naps.

8.      Use Stress Management Techniques: Chronic stress can actually impair your ability to learn and remember facts as well, stress management is one of the most important —and most overlooked— school necessities. A regular stress management practice can reduce your overall stress level and help you to be prepared for whatever comes. This self test will help you choose wisely.

9.      Learn Study Skills: Here are some more specific study skills and techniques that can help you improve your performance. The more prepared you are, the less stressed you’ll be!

About.com Health's Disease and Condition is reviewed by the Medical Review Board

http://stress.about.com/od/studentstress/ht/schoolstress.htm

viernes, 17 de octubre de 2014

Pensamiento crítico: Necedad.

NECEDAD

Y fastidiado, el Sr. X protestó a grandes gritos: “¡No entiendo por qué siempre obtengo el mismo resultado!”.

--“¿Qué pasa?”, le preguntó la Sra. Z.

--“¡Es que he multiplicado por treinta veces seguidas 8 unidades por 5 unidades y el resultado no cambia!”

--“¿Cómo es eso, Sr. X? Quizá pueda ayudarle”, preguntó atenta la Sra. Z, con la esperanza de ser útil.

--“¡Siempre obtengo 40 unidades!”, gritó de nuevo el Sr. X. "¡Estoy harto; veré contra quien me desahogo!".

La Sra. Z intentó una y otra vez explicar al Sr. X que si realizaba las mismas acciones repetidamente, el resultado sería idéntico, pero el Sr. X, ignorante y testarudo, no escuchaba; estaba empeñado en la necedad de obtener un resultado diferente --a fuerza de gritos y manotazos--, y repitiendo las mismas acciones.

La Sra. Z observó con decepción y tristeza al Sr. X y se alejó. Mientras pensaba en lo que debía hacer al día siguiente, la Sra. Z reflexionó en que de nada habían servido tantos años de experiencia de vida del Sr. X: seguía empeñado en hacer las mismas acciones por comodidad, con la esperanza de obtener un resultado diferente, sin entender que quien debía cambiar era él.

jueves, 16 de octubre de 2014

Gabriel GARCÍA: Botella al mar para el dios de las palabras

BOTELLA AL MAR PARA EL DIOS DE LAS PALABRAS
Gabriel García Márquez
Inauguración del Primer Congreso de la Lengua Española Zacatecas 1997

A mis 12 años de edad estuve a punto de ser atropellado por una bicicleta. Un señor cura que pasaba me salvó con un grito: “¡Cuidado!”. El ciclista cayó a tierra. El señor cura, sin detenerse, me dijo: “¿Ya vio lo que es el poder de la palabra?” Ese día lo supe. Ahora sabemos, además, que los mayas lo sabían desde los tiempos de Cristo, y con tanto rigor que tenían un dios especial para las palabras.

Nunca como hoy ha sido tan grande ese poder. La humanidad entrará en el tercer milenio bajo el imperio de las palabras. No es cierto que la imagen esté desplazándolas ni que pueda extinguirlas. Al contrario, está potenciándolas: nunca hubo en el mundo tantas palabras con tanto alcance, autoridad y albedrío como en la inmensa Babel de la vida actual. Palabras inventadas, maltratadas o sacralizadas por la prensa, por los libros desechables, por los carteles de publicidad; habladas y cantadas por la radio, la televisión, el cine, el teléfono, los altavoces públicos; gritadas a brocha gorda en las paredes de la calle o susurradas al oído en las penumbras del amor. No: el gran derrotado es el silencio. Las cosas tienen ahora tantos nombres en tantas lenguas que ya no es fácil saber cómo se llaman en ninguna. Los idiomas se dispersan sueltos de madrina, se mezclan y confunden, disparados hacia el destino ineluctable de un lenguaje global.

La lengua española tiene que prepararse para un oficio grande en ese porvenir sin fronteras. Es un derecho histórico. No por su prepotencia económica, como otras lenguas hasta hoy, sino por su vitalidad, su dinámica creativa, su vasta experiencia cultural, su rapidez y su fuerza de expansión, en un ámbito propio de 19 millones de kilómetros cuadrados y 400 millones de hablantes al terminar este siglo. Con razón un maestro de letras hispánicas en Estados Unidos ha dicho que sus horas de clase se le van en servir de intérprete entre latinoamericanos de distintos países. Llama la atención que el verbo pasar tenga 54 significados, mientras en la República de Ecuador tienen 105 nombres para el órgano sexual masculino, y en cambio la palabra condoliente, que se explica por sí sola, y que tanta falta nos hace, aún no se ha inventado. A un joven periodista francés lo deslumbran los hallazgos poéticos que encuentra a cada paso en nuestra vida doméstica. Que un niño desvelado por el balido intermitente y triste de un cordero dijo: “Parece un faro”. Que una vivandera de la Guajira colombiana rechazó un cocimiento de toronjil porque le supo a Viernes Santo. Que don Sebastián de Covarrubias, en su diccionario memorable, nos dejó escrito de su puño y letra que el amarillo es «la color» de los enamorados. ¿Cuántas veces no hemos probado nosotros mismos un café que sabe a ventana, un pan que sabe a rincón, una cerveza que sabe a beso?

Son pruebas al canto de la inteligencia de una lengua que desde hace tiempo no cabe en su pellejo. Pero nuestra contribución no debería ser la de meterla en cintura, sino al contrario, liberarla de sus fierros normativos para que entre en el siglo veintiuno como Pedro por su casa. En ese sentido me atrevería a sugerir ante esta sabia audiencia que simplifiquemos la gramática antes de que la gramática termine por simplificarnos a nosotros. Humanicemos sus leyes, aprendamos de las lenguas indígenas a las que tanto debemos lo mucho que tienen todavía para enseñarnos y enriquecernos, asimilemos pronto y bien los neologismos técnicos y científicos antes de que se nos infiltren sin digerir, negociemos de buen corazón con los gerundios bárbaros, los qués endémicos, el dequeísmo parasitario, y devuélvamos al subjuntivo presente el esplendor de sus esdrújulas: váyamos en vez de vayamos, cántemos en vez de cantemos, o el armonioso muéramos en vez del siniestro muramos.

Jubilemos la ortografía, terror del ser humano desde la cuna: enterremos las haches rupestres, firmemos un tratado de límites entre la ge y la jota, y pongamos más uso de razón en los acentos escritos, que al fin y al cabo nadie ha de leer lagrima donde diga lágrima ni confundirá revólver con revolver. ¿Y qué de nuestra be de burro y nuestra ve de vaca, que los abuelos españoles nos trajeron como si fueran dos y siempre sobra una?

Son preguntas al azar, por supuesto, como botellas arrojadas a la mar con la esperanza de que le lleguen al dios de las palabras. A no ser que por estas osadías y desatinos, tanto él como todos nosotros terminemos por lamentar, con razón y derecho, que no me hubiera atropellado a tiempo aquella bicicleta providencial de mis 12 años.

jueves, 9 de octubre de 2014

¿POR QUÉ TUS HIJOS HACEN LO QUE HACEN?

¿POR QUÉ TUS HIJOS HACEN LO QUE HACEN?

PORQUE LOS DEJAS.
Hacen lo que hacen porque tú se los permites, los hijos se convierten en lo que son, porque sus padres lo permiten, así de sencillo. Si tu hijo está haciendo un desastre de su vida, esta respuesta no te va a gustar, tu vendrás a mí y me darás un millón de excusas, le vas a echar la culpa a la música que escucha, a las películas que ve, a los libros que lee (si es que lee), a la violencia que transmite la TV, al sistema educativo, o a la presión que ejerce la sociedad (o sus amigos), creéme, lo he escuchado miles de veces así es que deja a un lado la indignación y piensa en esta verdad: Tus hijos son producto de tu tu manera de educarlos.

NO HAY CONSECUENCIAS DEL MAL COMPORTAMIENTO.
Los padres dejan hacer a sus hijos lo que quieran, con muy poca información de lo que es aceptable y lo que no lo es. Si ellos hacen algo mal, no hay consecuencias por el inaceptable comportamiento. Algunas veces decimos: "si haces esto te va a pasar aquello", y si no haces aquello te va a pasar esto"; después ellos no hacen lo que tienen que hacer y no pasa nada, no cumplimos la promesa de las consecuencias advertidas. ¿Sabes en qué se convierte un padre que no cumple con las consecuencias advertidas?, en un mentiroso. Eso justamente aprenden nuestros hijos, a mentir.

DICES A TUS HIJOS QUE SON ESPECIALES. Quizás no vas a estar de acuerdo conmigo en esto, creéme que a mí también me resultó difícil entenderlo y aceptarlo, pero es una realidad. Si eres de los que actualmente cree que su pequeño ángel es especial, lamento decirte que no lo es; si dices a tus hijos que son especiales muy constantemente, los perjudicas más que ayudarlos. Tu hijo es especial para ti y sólo para ti, no lo es para nadie más. Tu hijo nació con todo tu amor y verlo crecer es toda una maravilla, sin embargo cuando crece y cruza tu puerta para ir a la escuela, él o ella sólo son un ser humano más en la lista de la escuela, y no hay nada de especial acerca de él. En el mundo real, tu hija no es una princesa, ni tu hijo un príncipe. Los hijos deben entender y aprender a crecer sabiendo que al instante que dejen tus amorosos brazos y entren al mundo real, nadie los amará por la única razón de que ellos existen, como lo haces tú.

PERMITES QUE TUS HIJOS SEAN LO MÁS IMPORTANTE EN TU VIDA.
Ellos no lo son. Yo sé que piensas que lo son pero no es así; cuando dejas a tus hijos pensar que son la persona más importante en tu vida, ellos aprenden a manipularte y terminarás haciendo lo que ellos digan.

Tus hijos son importantes, no me mal entiendas, tus hijos deberían ser amados incondicionalmente; pero los padres que ponen por encima de todo la felicidad de sus hijos y sacrifican su propia vida y algunas veces su matrimonio también, entonces cuando acabe la labor como padre, tus hijos crecerán y te dejarán, e irán en busca de su propia felicidad y tu te quedarás únicamente con tu espos@.

Si gastas todo tu tiempo y energía únicamente en tus hijos, cuando ellos se vayan no tendrás la certeza de que tu compañer@ estará contigo; esa es una de las razones porque hay divorcios luego de que los hijos se van, pues la única cosa en común que tenían eran los hijos, y nunca trataron de alimentar el amor marital con un lazo de unión que no fueran los hijos. Esto mismo pasa con las madres y padres solteros, que gastan tiempo y energía en sus hijos, sacrifican su propia vida, pensando que lo mejor es servir a sus hijos y poner su vida en espera mientras los “ayudan” a madurar, pero después los hijos se van y ellos se quedan solos sin tener con quién envejecer juntos, por lo general terminan tratando y viendo a su hijo de 50 años como si fuera de 4.

NO ENSEÑAMOS LA DIFERENCIA ENTRE DERECHOS Y PRIVILEGIOS.
Los hijos tienen entre otros los siguientes derechos: a la vida, a jugar, a la libertad de opinar, a una familia, a la protección contra el trato negligente, a la alimentación, etc. Los privilegios son concesiones ganadas por una acción determinada; a nuestros hijos les compramos cosas, lo más actual en videojuegos, por ejemplo, o ropa o zapatos de marca, o una mascota, e incluso los llevamos al cine o a vacacionar, les compramos celulares, etc, etc. y todo gratis, a cambio de nada. Hoy te digo que aunque te sobre el dinero para complacer a tu hijo, tienes que enseñarle a ganárselo; él tiene que saber que las cosas que le gustan, cuestan y hay que pagar un precio por ellas, incluso estas cosas te ayudarán en la negociación de actitudes y comportamientos.

INTENTAS "FORTALECER" LA AUTOESTIMA DE TU HIJO.
La palabra autoestima es una palabra compuesta de auto: uno mismo, y estima: amor, o sea, amarse a uno mismo. No puedes proporcionar a tu hij@ una valoración positiva de él / ella mism@; confundimos el animarlos y apoyarlos con "aumentar" su autoestima y cambiamos la regla de "si tiene alta autoestima tendrá éxito en todo", pero en realidad es al revés "si tiene éxito en todo, aumentará su autoestima".

Si quieres que tengan autoestima alta, enséñale a alcanzar sus objetivos --claro que primero tienen que establecerlos--.

Espero que estas reflexiones te ayuden a entender el por qué a veces pedimos peras al olmo, cuando en realidad cosechamos lo que sembramos.

Pablo LATAPÍ SARRE: Los triunfadores,

LOS TRIUNFADORES
Pablo Latapí Sarre

Circula profusamente un libro de Stephen R. Covey, Los Siete Hábitos de la Gente Altamente Efectiva: La Revolución Ética en la Vida Cotidiana y en la Empresa, obra que se presenta como “la construcción de una autoconfianza a prueba de bomba, a través del desarrollo del propio carácter, de la integridad, la honestidad y la dignidad humana (sic)”, y que es producto, se asegura, de “una exhaustiva revisión de la literatura del éxito de los últimos 200 años”. El autor lo dedica, sin pudor, “a mis colegas que tienen el poder y lo transmiten”. Este y otros libros semejantes pueden verse como epítomes de un ideario que ha venido permeando en los últimos años la educación del país. La enseñanza privada, y en menos medida también la pública, han enarbolado “los valores del éxito” como ideal educativo: se proponen formar en los jóvenes las virtudes de competitividad, eficiencia, pragmatismo, capacidad de resolver problemas y de procesar la información útil; más veladamente se estimula en ellos el afán de lucro y de poder, se les incita al consumo desenfrenado y se les inculca una visión materialista de la vida; el “éxito” consiste en alcanzar el puesto más alto, el mejor salario y la posesión de más cosas. En función de estos valores se define la “excelencia educativa” y con ellos se construye su “liderazgo”.

Esta filosofía se exhibe con desenfado en la publicidad de muchas universidades privadas; en ella fundamentan las exigencias que plantean a sus estudiantes no menos que las garantías del éxito que prometen a sus egresados; así entienden su misión de formar a las futuras élites del país. La misma filosofía se ha infiltrado también en la enseñanza pública: algunas universidades estatales, escuelas técnicas y aun planteles de nivel básico, particularmente en algunos estados del norte, la han incorporado a sus idearios y prácticas.

El sesgo empresarial del actual gobierno es signo ominoso de que esta manera de entender la educación pueda ser legitimada por la SEP en este sexenio; preocupación que podría también documentarse con algunas publicaciones del gobierno de Guanajuato en los tiempos de Fox –como como el folleto Así Guía dirigido a los maestros–; alertar sobre esta posibilidad parece oportuno.

Se trata de una filosofía educativa que tiene elementos positivos al lado de otros inaceptables; un sistema mental que define el sentido de la vida por la superación personal, el vencimiento de los obstáculos, el desarrollo de las capacidades para producir dinero y triunfar en la competencia. Es la filosofía del ganador, fundada en la autoestima, la dinámica del perfeccionamiento continuo y la capacidad de salir avante en situaciones difíciles. Ganador es aquél que está convencido de que es mejor que los demás y puede demostrarlo, que ha aprendido a aplicar la razón instrumental para simplificar lo complejo, que convence a los demás, sabe tomar decisiones y logra relaciones humanas armoniosas.

Es el ideal que guía hoy la educación de las élites del país –empresariales, políticas y sociales–, hombres y mujeres que han llegado a dominar el funcionamiento de sus personas y el de los demás y concentran todas sus energías en el triunfo en los negocios. El fenómeno es sólo el reflejo en el mundo de la educación de la expansión del capitalismo global y avasallador del primer mundo, que absorbe necesariamente a las élites de los países en desarrollo; es el culto a la “excelencia” y a la “calidad total” de la era del mercado, proyectadas ahora a la totalidad del ser humano.

Juzgar acerca de esta ideología educativa implica establecer algunas distinciones elementales. Promover la autoestima en los niños y jóvenes es, sin duda, esencial; el desarrollo de toda persona se apoya en su tendencia a superarse, corregir sus defectos y vencer los obstáculos externos; somos seres perfectibles, sujetos y objetos a la vez de nuestro esfuerzo; sin esto, la educación carecería de sentido. Pero absolutizar esta tendencia como si ella fuera la dinámica central del hombre, proponer el éxito individual como meta suprema y hacerlo consistir en el logro de bienes materiales, es una simplificación equivocada y una distorsión existencial. El límite nos es consustancial, como lo es la imperfección y la contradicción. La “persona profunda” (Víctor Frankl) es la que asume sus límites y se hace consciente de sus imperfecciones y sus pasiones irracionales; la que descubre y acepta con humildad sus autoengaños y vanidosas justificaciones, la que aprende a desconfiar de la razón y relativiza sus explicaciones.

La existencia humana no es plenamente inteligible ni analizable ni sintetizable. Si se pierde de vista que somos seres vulnerables y paradójicos, nos salimos de la realidad. La madurez humana se construye de otra manera, a través de la materia prima de nuestros dolores, en la creciente conciencia de nuestra indigencia radical, necesitados de los demás y compartiendo con ellos nuestras experiencias. Esto significa que somos muchas veces perdedores al lado de otros perdedores y que crecemos junto con ellos en la medida en que compartimos una misma vulnerabilidad.

Este lado oscuro de nuestra existencia sirve de contrapeso a la tendencia al logro y le devuelve su sentido humano. El triunfo y el éxito y las dinámicas que tienden a ellos adquieren en esta perspectiva un sentido diferente: no se saborean egoístamente como desplazamiento del competidor vencido, no se basan en la exclusión y el menosprecio, que se reciben como una nueva responsabilidad de solidaridad. El liderazgo que así brota –los liderazgos son necesarios en toda sociedad por democrática que sea, lo que importa son los valores que los constituyen– es enteramente diferente del de la psicología simplista y manipuladora del self-made man triunfador.

La filosofía del éxito se ha colado a la educación pública por las rendijas de las muy reales deficiencias de que ésta adolece: se la ve como el remedio de su mediocridad y conformismo y de sus irresponsabilidades toleradas y protegidas. Ante la competencia de una educación privada que pregona las virtudes contrarias, la reacción de algunas instituciones públicas ha sido equivocada; por falta de una definición consistente de calidad educativa y de capacidad crítica se han dejado llevar también por la fascinación de esta falsa “excelencia”. Deberían corregir sus vicios, ser eficientes, aceptar ser evaluadas y preparar a los jóvenes para la vida productiva, pero sin perder la perspectiva amplia del sentido de la vida; arraigar a los jóvenes en su realidad humana completa; y seguirse guiando por los valores humanistas y sociales del artículo tercero sin caer en las distorsiones individualistas y materialistas de la llamada ética del éxito.

Mala es una educación en la que no cabe la compasión; mala la que, llevada por el culto a la racionalidad, pretende que la existencia humana sea cabalmente inteligible e ignora sus contradicciones. Mala la que aspira a formar un liderazgo que es autosuficiencia y separa de los demás. Mala la que ignora que somos seres-en-el-límite, a veces triunfadores y muchas veces perdedores.

La educación de los dirigentes que el país necesita debiera seguir otros derroteros y ser objeto de una crítica atenta y continua de toda la sociedad.

PROCESO
Semanario de Información y Análisis No. 1289 15 de Julio de 2001

Ken ROBINSON: Las escuelas destruyen la creatividad.

TED Talks on Education


miércoles, 8 de octubre de 2014

Manuel GIL: ¿Todo se arregla con educación?

¿TODO SE ARREGLA CON EDUCACIÓN?

En la sobremesa del domingo, en los espacios que el dominó deja en las cantinas para platicar del país y no se diga en los discursos de los políticos hay una frase recurrente: “Todo se arregla con educación”. Casi cualquier problema: obesidad, desempleo, pobreza, delincuencia organizada o caótica, la falta de valores… se resuelve con educación. Y luego de afirmar esto como verdad absoluta, evidencia palmaria, todos a casa, tranquilos que el pensamiento simple y confortable nos permite dormir en paz.

Hagamos un ejercicio mental: mañana amanece el país con un grado escolar adicional como promedio nacional. Por ese simple hecho ¿crece el PIB 5 por ciento, se reduce la desigualdad, los jóvenes y maduros encuentran empleo, en cuestión de meses todos perdemos los kilos sobrantes, somos solidarios, se acaba la corrupción? No.

La educación es muy importante para el desarrollo del país, es cierto, pero no puede enmendar todos los entuertos nacionales. Es preciso acotar lo que la escuela y el  incremento en años de escolaridad pueden hacer para solucionar, por ejemplo, el problema del desempleo.

M. Gil Antón en Letras Libres